El arte griego abarca un ámbito geográfico muy extenso: la península Balcánica y el mar Egeo, los territorios colonizados por los griegos en el Mediterráneo y los territorios incorporados tras las conquistas de Alejandro Magno.
Durante el periodo helenístico hubo una gran demanda en
obras de arquitectura, escultura y pintura, debido en parte a la prosperidad
económica de la época, a la competencia que los reyes tenían entre sí por su
afán de embellecer sus ciudades, las antiguas y las recién fundadas y a la
aparición de la clase social burguesa, muy numerosa, con grandes posibilidades
económicas que les permitía rivalizar con los grandes señores. Los mejores
clientes del arte fueron pues los reyes y los burgueses, quedando en segundo
lugar la demanda oficial de tipo religioso. Otro fenómeno característico de
estos tiempos fue el sentido de urbanización que proporcionó grandes
solicitudes artísticas. El arte helenístico triunfó y se extendió por todo el
universo helénico y aunque siguiendo distintas escuelas, existió siempre una
creación común, algo parecido a lo que había ocurrido con la lengua koiné.
Uno de los elementos esenciales que propició este esplendor
cultural fue la propia organización socio-política de los helenos en Polis. El
concepto de polis es el de ciudad-estado, es decir, un conjunto de ciudades independientes,
pero con una cultura, una religión y un sentimiento panhelénico común
(Olimpiadas p.ej.). La polis griega era algo completamente distinto a lo que se
había visto hasta entonces y también a lo que se vería después. Era una
agrupación de ciudadanos frente al gran imperio de súbditos, era una
organización más pequeña, más simple pero más perfecta y humana.
Arquitectura
Característica del período helenístico es la división del
imperio de Alejandro Magno en reinos personales fundados por los diádocos,
generales del conquistador: lágidas en Egipto, seléucidas en Siria, atálidas en
Pérgamo, etc. La emulación entre los distintos reinos helenísticos estimuló el
desarrollo de enormes complejos urbanísticos, en grandes espacios, no limitados
por las barreras físicas de la antigua Grecia, donde se pudieron crear nuevas
ciudades (Alejandría, Antioquía, Pérgamo, Seleucia del Tigris, etc.) Este nuevo
urbanismo, en lugar de actuar sobre el terreno y corregir sus deficiencias
(plano hipodámico), se adapta a su naturaleza y realza sus cualidades. Se
levantaron numerosos lugares de esparcimiento, como teatros y jardines
públicos.
Pérgamo, en particular, es un ejemplo típico de urbanismo y
arquitectura helenísticos. Desde una sencilla fortaleza situada en la
acrópolis, varios reyes atálidas erigieron un colosal complejo arquitectónico.
Los edificios se despliegan en abanico en torno a la Acrópolis teniendo en
cuenta la naturaleza del terreno. El ágora, ubicada al sur, sobre la terraza
inferior, está bordeada con galerías de columnas o stoai. Es el punto de
partida de una calle que atraviesa toda la Acrópolis: separando, por una parte,
los edificios administrativos, políticos y militares, al este y en la cumbre
del peñasco; por el otro lado, los santuarios, al oeste a media altura. Entre
estos últimos, el más importante es el que acoge el gran altar monumental,
llamado de los «doce dioses» o «de los dioses y gigantes», que constituye una
de las obras maestras de la escultura griega. Un gigantesco teatro, que pueden
llegar a contener casi 10000 espectadores, tiene sus gradas en las laderas de
la colina.
Es la época del gigantismo: por ejemplo, el segundo templo
de Apolo en Dídima (a unos veinte kilómetros de Mileto, en Jonia). Fue
concebido a finales del siglo IV a. C. por Daphnis de Mileto y Paionios de
Éfeso, pero los trabajos, nunca acabados, continuaron hasta el siglo II. El
santuario es uno de los más grandes nunca construido en la zona mediterránea:
en el interior de un gran patio, la cella está rodeada por una doble columnata
de 108 columnas jónicas de casi 20 metros de altura, cuyas bases y capiteles
están ricamente tallados.
Escultura
La escultura helenística incorpora innovaciones del segundo
clasicismo: estudio de los ropajes, de la transparencia en los vestidos, la
flexibilidad en las actitudes. Así, la Venus de Milo, aun siendo copia de un
clásico, se distingue por la torsión de sus caderas. Se buscaba sobre todo la
expresividad y la atmósfera. Esta búsqueda es especialmente evidente en los
retratos: más que la exactitud de los rasgos representados, el artista quiere
plasmar el carácter de su modelo. En las grandes estatuas, el artista explora
temas como el dolor, el sueño o la vejez. Así, el Fauno Barberini de la
Gliptoteca de Múnich representa a un sátiro dormido, con la pose relajada y la
cara ansiosa, tal vez víctima de las pesadillas. La Vieja ebria, también en
Múnich, muestra de manera inequívoca una anciana, pobre, perturbada, apretando
contra ella su jarra de vino. Laocoonte, atenazado por las serpientes, trata
desesperadamente de escapar de ellas, sin mirar siquiera a sus hijos
moribundos.
Pérgamo se distingue no sólo por su arquitectura: es
también la sede de una brillante escuela de escultura (la escuela de Pérgamo o
"barroco pergamiano"). Los escultores, volviendo a los siglos
anteriores, reviven momentos dolorosos que encuentran expresivos para sus
composiciones en tres dimensiones, y a menudo en V y de un hiperrealismo anatómico.
Átalo I (269 - 197 a. C.), para conmemorar su victoria de Caicos (237 a. C.)
contra los "galos" o "gálatas" (Γαλάται, celtas procedentes
de Tracia que se habían asentado en Galatia -centro del Asia Menor-) hizo
esculpir dos series de grupos votivos: el primero, dedicado a Atenea en la
Acrópolis de Pérgamo, incluía partes de las que son copia las piezas
denominadas Galo moribundo y Galo suicidándose con su esposa (Gálata Ludovisi).
El segundo grupo se ofreció en Atenas y se compone de pequeñas estatuas en
bronce de griegos, amazonas, dioses y gigantes, persas y galos. La Artemisa
Rospigliosi del Museo del Louvre es probablemente una copia de una de ellas,
mientras que las copias o nuevas versiones del Galo herido son muy numerosas en
la época romana. La expresión de los sentimientos, la fuerza de los detalles
(como los cabellos y las barbas muy tupidas) y la violencia de los movimientos
son las características del estilo pergamiano.
Estas características se llevarán al máximo en el friso del
Altar de Pérgamo, decorado por orden de Eumenes II (197- 159 a. C.) de una
gigantomaquia que se extiende más de 110 metros de largo, para ilustrar en
piedra un poema compuesto especialmente para la corte. Los Dioses olímpicos
triunfan sobre los Gigantes, la mayoría de los cuales se han convertido en
animales salvajes: serpientes, aves rapaces, leones o toros. Su madre Gaia,
viene en su ayuda, pero nada puede hacer y debe verlos retorcerse de dolor bajo
los golpes de los dioses.
Pintura
Son pocos los ejemplos de pintura mural griega que han
perdurado a través de los siglos. Durante mucho tiempo sólo podía verse la
herencia helenística en los frescos romanos, por ejemplo, en los de Pompeya o
Herculano. Algunos mosaicos, copias de frescos, dan una buena idea de la gran
pintura de la época helenística. Así, el famoso mosaico de Alejandro de la Casa
del Fauno en Pompeya, que muestra el enfrentamiento del joven conquistador con
el Gran Rey Darío III en la Batalla de Issos, es una copia de una obra descrita
por Plinio el Viejo (XXXV, 110) como pintada por Filoxeno de Eretria para
Casandra de Macedonia al final del siglo IV a. C. Se pueden apreciar la
elección de colores, la composición del conjunto en movimiento y la
expresividad de los rostros.
Los recientes descubrimientos arqueológicos realizados en
particular en el cementerio de Pagasas (actual Volos), en las orillas del Golfo
Pagasético o en Vergina (1987), en el antiguo reino de Macedonia, han sacado a
la luz obras originales. En la tumba llamada de Filipo II se ha encontrado un
gran friso que representa al rey cazando un león. Destaca por su composición,
la puesta en escena de los personajes en el espacio y por la representación
realista de la naturaleza.
El período helenístico es el período del desarrollo en la
elaboración del mosaico, especialmente con las realizaciones de Sosus o Sosos
de Pérgamo que vivió en el segundo siglo antes de Cristo y único artista del
mosaico citado por Plinio (XXXVI, 184). Su gusto por el trampantojo se
encuentra en algunos trabajos que se le atribuyen como el Suelo no barrido de
los Museos Vaticano, que representa los restos de una comida (espinas de
pescado, huesos, cáscaras vacías, etc.) y el Barreño de las palomas de los
Museos Capitolinos (quizá una reproducción descubierta en la Villa Adriana,
aunque algunos expertos, como Michael Donderer, creen que es el original), que
representa a cuatro palomas posadas en el borde de una cubeta llena de agua,
una de ellas abreva mientras que las otras parecen descansar, lo que crea
efectos de reflejos y sombras en el agua muy bien estudiados por el artista.
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